domingo, 4 de octubre de 2015

Frankenstein, libro y monstruo, sobreviven el paso del tiempo

Frankenstein es una de esas historias que uno cree que ya se la sabe. La historia del científico loco que inventa un humanoide al que le da vida por medio de rayos de tormenta la vimos repasada una y otra vez en distintas épocas y formatos. En la cúspide de su obra, el científico grita está vivo, esta vivo, y este sería un gran momento de la novela... si en realidad existiera tal momento. Lo cierto es que Víctor Frankenstein jamás grita nada. Es una suerte de "tócala de nuevo, Sam" de la novela gótica. Un "ser o no ser" posterior. Escenas que no existen pero que pasan a la inmortalidad.
Ahora bien, el Frankenstein de Mary Shelley no necesita nada de esto para ser una obra cumbre de la literatura universal. Sí: ese monstruito simpático de las películas para chicos resulta salido de una de las novelas más increíbles que leí en mi vida. 
La historia de vida y muerte, de soledad, de acoso ––hoy en día podríamos decir que el monstruo es víctima de bullying, y aún así no logramos ponernos de acuerdo en si es culpable o no de la destrucción que genera––, la pobre vida de Víctor Frankenstein, condenado por su propia lúgubre creación, nos da la idea de que para los primeros años del siglo XIX ya teníamos un nuevo clásico, aunque quizá por entonces nadie lo sabía. Los clásicos necesitan del paso del tiempo para reafirmarse, y Frankenstein supera la prueba sin dificultad.
Mary Shelley, la autora, concibió su obra maestra en un viaje de veraneo junto a su marido en Suiza. La publicación fue en 1818, aunque se conoce una versión de 1813 mucho más oscura y difícil de conseguir. Sin embargo, corregida o no, la novela de Shelley es una profunda reflexión sobre los alcances de la ciencia, hasta dónde puede la humanidad echar mano a lo que no le corresponde, y cuáles serían sus consecuencias. Pero Frankenstein también es, en el fondo, la historia de un pobre engendro discriminado que no encontró su lugar. La historia que a todos nos tocó sufrir en algún momento de nuestras vidas.     


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