miércoles, 25 de junio de 2014

Cuando viajo. Liniers, conejo de viaje.

En mayo de 2008 el dibujante Liniers Siri publicó un libro distinto a todas sus obras y, sin miedo a equivocarme, un libro distinto a todos los demás libros de historietas. Y es que hasta entonces nunca había visto un libro de viajes dibujado, y si Liniers se atrevió a hacerlo fue porque él es el distinto, el que le da una vuelta de tuerca más a la imaginación. El libro se llama Conejo de viaje, y sobre esta obra Liniers dijo una vez:

En ese viaje (a Berlín), cada uno de nosotros tenía que hacer una obra -porque los artistas hacen obras- sobre lo que nos significaba Berlín, qué era Berlín para nosotros. Cuestión que a mí me tocó abrir la presentación. Pero nos habían dado un día, con lo cual de Berlín no había mucho que decir. Y yo hice una historietita. Me acuerdo que era pésima, y como para darle un poco de onda me dibujé como conejo, porque en el mundo del arte, hacer cosas que nadie entiende está muy bien visto. Y como son artistas, nadie te pregunta. Y quedó ahí la historieta sobre dos o tres cosas que me habían llamado la atención en ese primer día.

A mí me encanta este pasaje: "...en el mundo del arte, hacer cosas que nadie entiende está muy bien visto. Y como son artistas, nadie te pregunta".
Es una forma divertida y sutil de burlarse del mundo al que el tipo pertenece, y, en definitiva, de burlarnos del mundo al que pertenecemos, sea cual sea.
Bien, yo di con Conejo de viaje casualmente al poco tiempo de haber sido editado. No sabía que Liniers iba a publicarlo, pero sí sabía de Liniers por haber seguido sus historietas desde los primeros Macanudos y antes también.
Así que seguramente poco después de mayo de 2008 ––supongo que habrá sido por entonces: no recuerdo la fecha exacta en que compré el libro, pero sí recuerdo haberme puesto contento por haberlo conseguido a los pocos días de haber sido editado, y esto, entonces, ponía en mis manos un ejemplar de la primera edición––, poco después de mayo de 2008, decía, me tocó irme de viaje de trabajo a Mar del Plata, y metí el Conejo de viaje en la valija y lo fue leyendo en el micro mientras el resto de mis compañeros dormía porque habíamos salido muy temprano.
A lo largo de sus 180 páginas Liniers nos cuenta las aventuras de sus viajes por el mundo desde el punto de vista de un tipo que se divierte con la cosas más mínimas, que se ríe con los amigos más extraños, que se enamora de la naturaleza y de los paisajes, y también se enamora de su mujer.
Liniers viaja y dibuja Berlín, Italia, España, La Antártida, Rosario, Villa Mercedes en San Luis; pierde su billetera, viaje en subte, se asusta con lobos marinos, viaja en ferry y en avión, se moja con la lluvía fría de Estocolmo.
Todo esto, claro, desde su lápiz. De fotos, nada. Solo una, al final, donde encima de la foto se dibujó las orejas de conejo con las que se representa él mismo como su personaje en papel.
Terminé de leer Conejo en aquel mismo viaje de trabajo a Mar del Plata. Desde entonces va siempre conmigo en la valija como amuleto, y cada tanto, cuando me aburro en algún micro, repaso algunas de sus páginas y viajo con el conejo más lejos de donde yo voy.




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